Muchos jugadores dicen amar al b¨¦isbol, ser devotos al b¨¦isbol, levantarse cada d¨ªa viviendo y pensando con el b¨¦isbol. Pero comparados con Orestes ¡°Minnie¡± Mi?oso ¨C el ¨²nico hombre en jugar en siete d¨¦cadas distintas, el hombre que se uniform¨® en cualquier parte y en todas partes, el primer jugador negro de los White Sox y en un pionero para generaciones de jugadores latinoamericanos ¨C todos palidecen.
Con una forma agachada de pararse, un swing fuerte y mucho empuje, Mi?oso tuvo una carrera que hace a muchos creer que es el mejor jugador que no est¨¢ en el Sal¨®n de la Fama. Conect¨® 1,963 hits en las Mayores, y m¨¢s de 3,000 si contamos todos los que dio en las distintas ligas en las que jug¨®. Implant¨® un r¨¦cord ya roto con 192 pelotazos recibidos y lider¨® a la Liga Americana en bases robadas en tres ocasiones. Bate¨® 186 jonrones, gan¨® tres Guantes de Oro y evit¨® incontables hits en los jardines. Fue nueve veces al Juego de Estrellas, o 11, si incluimos sus convocatorias a los Juegos de Estrellas en las Ligas Negras. El sobrenombre de Mickey Mantle, ¡°The Commerce Comet¡± (el Cohete de Commerce), fue una copia del sobrenombre de Mi?oso, El Cohete Cubano. El puertorrique?o Orlando ¡°Peruch¨ªn¡± Cepeda lo bautiz¨® como ¡°el Jackie Robinson de Latinoam¨¦rica¡±.

Cada historia de Mi?oso incluye gratos recuerdos de su actitud, su amabilidad, su simpat¨ªa. Hay cuentos que parecen m¨¢s leyendas urbanas, como aquellas en las que los fan¨¢ticos ve¨ªan el Cadillac de Mi?oso con su placa personalizada que dec¨ªa ¡°MINOSO¡± y lo saludaban. Entonces, Mi?oso era capaz de hacer cualquier cosa por un aficionado, incluyendo correr por la autopista para saludarte, regalar unas gorras y tomarse unas fotos.
Se pod¨ªan llenar libros con historias de Mi?oso, que falleci¨® en el 2015, as¨ª que vamos a hacer nuestro mejor intento por darles un resumen de su incre¨ªble, improbable e inimitable carrera de siete d¨¦cadas en el mundo del b¨¦isbol.
Los 40
Mi?oso pas¨® gran parte de su ni?ez viviendo y trabajando en una finca en El Perico, Cuba. Pero cuando ten¨ªa 16 a?os y estaba viviendo con unos amigos de la familia, se dio cuenta que estaba listo para nuevos retos. Mi?oso quer¨ªa ir a La Habana y jugar pelota para alguno de los mejores equipos del pa¨ªs. Se sinti¨® mal por dejar atr¨¢s a su familiar, a la que ayudaba trabajando en la granja, as¨ª que arm¨® un plan.
Le pidi¨® a un amigo, Umberto, que era cartero y tambi¨¦n jugaba b¨¦isbol, que le hiciera un favor. Como Minnie escribi¨® en su autobiograf¨ªa, ¡°Just Call Me Minnie,¡± (Ll¨¢menme Minnie¡±), Umberto falsific¨® una carta supuestamente enviada a ¡°Orestes Mi?oso¡± de un due?o de equipo.?Enviada y estampada en La Habana, la carta lleg¨® unos d¨ªas despu¨¦s.
¡°De repente lleg¨® alguien gritando, ¡®?Orestes! ?Orestes! ?Te lleg¨® una carta desde La Habana!¡¯ Por supuesto me hice el tonto. Pretend¨ª estar sorprendido. Abr¨ª la letra y la le¨ª. Me hice que estaba en shock. ¡®Est¨¢n locos de verdad¡ quieren que vaya a jugar b¨¦isbol en La Habana. No puedo hacer eso. Aqu¨ª hay mucho trabajo que hacer¡¯. Un amigo de mi padre me quit¨® la carta y la ley¨®. ¡®?Qu¨¦ te pasa? ?Qu¨¦ est¨¢s esperando, Orestes?¡¯, dijo. ¡®M¨¢s te vale irte ahora mismo¡¯¡±.
Cuando lleg¨® a La Habana, se las arregl¨® para probarse con uno de los mejores equipos semi-profesionales de la ciudad, el de la f¨¢brica Caramelos Ambrosia. Cuando lleg¨®, le preguntaron qu¨¦ posici¨®n jugaba. Mi?oso hab¨ªa jugado en todas las posiciones, as¨ª que simplemente repas¨® el terreno con la mirada, se fij¨® en el jugador que parec¨ªa tener menos talento y dijo que era tercera base. Fue as¨ª como Mi?oso tuvo su primera posici¨®n.
Fue una estrella en el para el equipo Marianao en la liga de Cuba, pero su camino hacia las Grandes Ligas luc¨ªa complicado. En el b¨¦isbol todav¨ªa exist¨ªa la barrera racial, y hab¨ªa pocos latinos en la liga. As¨ª que cuando unos directivos de la ilegal Liga Mexicana le ofrecieron US$30,000 a Mi?oso por dos temporadas -- una oportunidad que le hubiese costado la posibilidad de jugar m¨¢s adelante en las Mayores -- hac¨ªa falta mucho coraje para decirles que no.
Con s¨®lo US$50 en el bolsillo, Mi?oso no acept¨®. ¡°Mis US$50 son como dos centavos comparado con lo que me acaban de mostrar, pero el dinero no es todo para m¨ª. Yo un d¨ªa voy a ir a Estados Unidos¡±, les explic¨® Mi?oso.
Una vez m¨¢s, la fe que se ten¨ªa a s¨ª mismo pag¨® dividendos. Los ¡°New York Cubans¡± de las Ligas Negras firmaron al poco tiempo a Mi?oso, que debut¨® en 1946. Tras atravesar problemas en su primera campa?a, Mi?oso bate¨® .346 y los Cubans ganaron la Serie Mundial de las Ligas Negras en 1947. La pr¨®xima temporada le fue todav¨ªa mejor, bateando .350 y mostrando m¨¢s poder.
Eso llam¨® la atenci¨®n de Abe Saperstein de los Harlem Globetrotters, que se lo recomend¨® a la directiva de los Indios. Cleveland firm¨® a Mi?oso, que debut¨® en las Grandes Ligas en 1949.
Los a?os 50
La carrera de Mi?oso dar¨ªa un giro gracias al ojo del manager Paul Richards, quien lo llev¨® a Chicago como parte de un cambio entre tres equipos en 1951.
Gracias a su entrega y su talento, se convirti¨® en una estrella instant¨¢neamente, el ejemplo perfecto de aquellos ¡°Go-Go¡± White Sox. Los fan¨¢ticos empezaron a asistir como una antes a ver a los Patip¨¢lidos. (En el futuro, la asistencia bajar¨ªa al ser cambiado, y subido otra vez cuando volv¨ªan a firmarlo).

Pero no todo fue f¨¢cil. Fue el primer jugador negro en Chicago. Los peloteros rivales le gritaban insultos. Una vez le dijeron que no pod¨ªa jugar en un juego de exhibici¨®n en Nueva Orleans, y el manager Paul Richards sali¨® al frente y dijo que, si Mi?oso no jugaba, el equipo tampoco jugaba.
Aunque muchos de los pelotazos que recibi¨® Mi?oso han podido ser por lo cerca que se paraba del home, ese no fue siempre el caso. Mi?oso le dijo a Christina Kahrl de ESPN que una vez le dieron un pelotazo en Filadelfia y Richards quer¨ªa sacarlo del juego.
¡°Le dije, ¡®Paul, yo no me voy a salir¡¯. Me dijo, ¡®Pero est¨¢s todo golpeado¡¯. Le dije, ¡®No voy a salir, porque si salgo ahora, eso se va a regar por toda la liga, y en cada ciudad van a tratar de intimidarme¡¯¡±.
Afortunadamente, all¨¢ en Cuba, donde jugaba cada invierno, no s¨®lo era una superestrella, sino un s¨ªmbolo de esperanza para toda la isla.
Tany P¨¦rez, el futuro miembro del Sal¨®n de la Fama y gloria de los Rojos, idolatraba a Mi?oso mientras crec¨ªa en Cuba, donde escuchaba los juegos por radio todas las noches.
¡°Minnie era el mejor jugador en ese momento entre los que jugaban en Cuba¡±, le dijo P¨¦rez a MLB.com. ¡°Todo el mundo sab¨ªa qui¨¦n era Minnie Mi?oso. Hasta los ni?os sab¨ªan qui¨¦n era Minnie. Hab¨ªa otros jugadores buenos, pero Minnie era el tipo que todos segu¨ªan cuando escuchaban los juegos de Grandes Ligas en la radio¡±.
¡°Yo le dije a mi pap¨¢ que quer¨ªa ser como Minnie Mi?oso,¡± a?adi¨® P¨¦rez. ¡°Todas las noches nos sent¨¢bamos en el frente de la casa a hablar y a escuchar el juego. Yo dec¨ªa eso, ¡®Tengo que ser como Minnie Mi?oso¡¯¡±.
P¨¦rez conoci¨® por primera vez a Minnie cuando, siendo un adolescente, jugaba para los Sugar King de La Habana. Para aquel entonces, Mi?oso todav¨ªa jugaba pelota invernal con Marianao, cuyos propietarios tambi¨¦n eran due?os de los Sugar Kings. As¨ª que P¨¦rez pod¨ªa ver los juegos desde el dugout.
¡°Y as¨ª vi a Minnie en el clubhouse y en los juegos desde el dugout. Eso fue bien impresionante para m¨ª. Es algo que nunca olvidar¨¦¡±, asegur¨® P¨¦rez. ¡°Le doy gracias a Dios todos los d¨ªas por permitirme hacer eso¡±.
Los a?os 60
Despu¨¦s de ser cambiado por los White Sox en 1957, lo trajeron de vuelta antes de la temporada de 1960. Aunque no estuvo con el equipo en 1959 cuando fueron a la Serie Mundial, lo quer¨ªan tanto que le entregaron un anillo de para celebrar la conquista del bander¨ªn de la Liga Americana por parte de un equipo en el que no jug¨®. ?Cu¨¢ntos otros jugadores pueden presumir de eso?
Lastimosamente, 1960 fue su ¨²ltima gran temporada, al menos en las Grandes Ligas. Ese a?o bate¨® sobre .300, otra vez. Lider¨® a la Liga Americana en hits y a las Mayores en pelotazos por novena ocasi¨®n. Tambi¨¦n fue a su noveno y ¨²ltimo Juego de Estrellas y gan¨® su ¨²ltimo Guante de Oro.

Mi?oso luego dio algunas vueltas, jugando para Cardenales, Senadores y, otra vez, White Sox una vez m¨¢s antes de retirarse en 1964.
En vez de retirarse totalmente del juego o convertirse en coach, Mi?oso se fue al b¨¦isbol mexicano y jug¨® para los Charros de Jalisco. Ah¨ª sigui¨® repartiendo batazos ¨C bate¨® .348 en 1966 ¨C y luego se convirti¨® en jugador y manager del equipo filial del club en Orizaba y m¨¢s tarde en Puerto Vallarta. Despu¨¦s de batear .301 con Puerto Vallarta en 1969, muchos pensaron que aquello hab¨ªa sido el final. Despu¨¦s de todo, ten¨ªa 43 a?os de edad.
Pero Minnie apenas estaba empezando.
Los a?os 70
Luego de unirse a los Algodoneros de Uni¨®n Laguna y seguir jugando con equipos en Le¨®n y el peque?o pueblo minero de Cananea, los Mi?oso hicieron algo que s¨®lo los Griffey han hecho: dar jonrones sucesivos. En 1974 o 1975 ¨C lastimosamente no hay estad¨ªsticas disponibles-- el hijo de Minnie, Orestes Jr., jug¨® con su padre para el equipo de Puerto Vallarta. Y esta vez, los jonrones aseguraron el boleto a la postemporada.
Como escribi¨® Mi?oso en su libre, Puerto Vallarta estaba abajo por una carrera en el s¨¦ptimo inning cuando Orestes Jr. lleg¨® al plato con dos en base y respondi¨® con un jonr¨®n.
¡°En lo que mi hizo cruz¨® el plato le di la mano¡±, escribi¨® Mi?oso. ¡°Luego entre en la caja y saqu¨¦ la pelota por el mismo sitio¡±.
Y luego, en 1976, Mi?oso regres¨® al roster de los White Sox cuando Bill Veeck retom¨® el control del equipo. Se uniform¨® el 11 de septiembre para su primer juego de Grandes Ligas de 1964. Se fue de 3-0. Sin inmutarse, regres¨® a la alineaci¨®n al d¨ªa siguiente. Y en el cierre del segundo inning, Mi?oso -- a sus 50 a?os y vistiendo aquel famoso y colorido uniforme de Chicago ¨C peg¨® un sencillo hacia el jard¨ªn izquierdo ante Sid Monge. Era el primer juego en la historia en dar un hit en cuatro d¨¦cadas distintas.
Los a?os 80
A los 54 a?os, con la misma confianza en s¨ª mismo que cuando lleg¨® a la Gran Carpa por primera vez, Minnie volvi¨® a ver su nombre escrito en el lineup en 1980.
Recibi¨® la oportunidad de salir como bateador emergente contra Frank Tanana el 4 de octubre, fallando con un elevado en territorio de foul. Al d¨ªa siguiente recibi¨® otra chance y fall¨® con un rodado ante Dave Schuler. Si bien no conect¨® hit, se convirti¨® en el ¨²nico ligamayorista en jugar en cinco d¨¦cadas distintas.
Los a?os 90
Y aun as¨ª, Mi?oso quer¨ªa seguir. Empleado de los White Sox durante los 80, fue una constante presencia en el estadio y en la comunidad. As¨ª que, con Comiskey Park presto para cerrar sus puertas al finalizar la temporada de 1990, y con los White Sox ya fuera de carrera por la postemporada, el due?o del equipo, Jerry Reinsdorf, quer¨ªa ayudar a Minnie a convertirse en un jugador de seis d¨¦cadas.
El ¨²nico problema es que, antes del juego, el Comisionado Fay Vincent intervino y le puso fin al experimento.
En 1993 casi lo consigue, pero esta vez fueron los jugadores los que se quejaron.
Mi?oso quer¨ªa hacerlo. ¡°Esto no es una payaser¨ªa. Amo al juego. Le di mi vida al b¨¦isbol¡±, dijo. As¨ª que todo qued¨® en manos de Mike Veek, hijo de Bill Veeck y propietario de los St. Paul Saints del b¨¦isbol independiente y el inventor de algunas de las m¨¢s originales promociones.
Veeck dej¨® claro que esto no era solo una promoci¨®n para llevar gente al estadio y que un jugador de b¨¦isbol, especialmente uno como Mi?oso, no iba a hacer algo para abochornarse a s¨ª mismo.
¡°Yo no pens¨¦ en eso como una promoci¨®n, lo veo como una exhibici¨®n de talento¡±, le dijo Veeck a MLB.com. ¡°As¨ª es como lo ve¨ªa, como una oportunidad para que los fan¨¢ticos m¨¢s j¨®venes, y para los fan¨¢ticos en general, disfrutaran de este extraordinario ser humano, que todos estos a?os despu¨¦s todav¨ªa puede hacer swing y correr con fuerzas hacia primera¡±.
As¨ª que Mi?oso, ahora de 67 a?os, se par¨® en la caja para enfrentar a un novato de 19 a?os llamado Yoshi Seo. Mi?oso conect¨® un fuerte rodado por el medio, que desafortunadamente para todos los presentes, Seo pudo capturar.
¡°Realmente pens¨¦ que iba a lograrlo y dar su hit¡±, record¨® Veeck. ¡°La agarr¨® (Seo) por detr¨¢s de la espalda. Pero lo m¨¢s llamativo para mi es lo fuerte que corri¨® hacia primera y lo bien que se llev¨® con los jugadores de los Saints. Saben, el b¨¦isbol tiene esa cosa fant¨¢stica, que sobrepasa las barreras del lenguaje y cosas as¨ª¡±.
Los 2000
Diez a?os despu¨¦s, cuando Mi?oso ten¨ªa 77 a?os, volvi¨® a uniformarse con los Saints.
¡°Mi?oso no era tonto, y entend¨ªa bien lo que ¨¦l representaba, no s¨®lo para los fan¨¢ticos del b¨¦isbol que lo hab¨ªan visto jugar, pero para los cubanos que llegaron luego¡±, dijo Veeck. ¡°Fue una cosa extraordinaria. Olv¨ªdate del b¨¦isbol, es un asunto de estar lo suficientemente bien a su edad para poder jugar con muchachos que ten¨ªan un tercio de sus a?os. ?l estaba fascinado¡±.
Mi?oso se par¨® en el plato y, vistiendo su viejo uniforme de los New York Cubans, se midi¨® al ex ligamayorista Tim Byrdak. Le sac¨® un boleto.
Hay quienes piensan que el hecho de que Mi?oso jugara todas esas d¨¦cadas despu¨¦s de su retiro de las Grandes Ligas le hicieron da?o a sus posibilidades de llegar al Sal¨®n de la Fama, que convirti¨® a su carrera y al juego en una burla por el simple hecho de jugar pelota. A Veeck le duele que se digan esas cosas y sabe que a su padre tambi¨¦n le hubiesen dolido.
Pero estos eventos no fueron ning¨²n circo para Minnie. Jug¨® pelota antes de la llegada de Jackie Robinson y disput¨® su ¨²ltimo juego cuando ya se pod¨ªa ver cualquier encuentro por Internet. Jug¨® junto a Luis Tiant padre en los New York Cubans y tom¨® su ¨²ltimo turno con los White Sox dos a?os antes que Luis Tiant hijo se retirara.
¡°Yo no creo que hubiese podido hacer otra cosa¡±, le dijo Mi?oso al Chicago Tribune en el 2003. ¡°Llevo al b¨¦isbol en la sangre¡±.
Si todav¨ªa hacen falta m¨¢s pruebas ¨C como si siete d¨¦cadas en el juego no fueron suficiente ¨C Veeck comparti¨® una historia de 1990 cuando estaban a punto de demoler a Comiskey Park. Lleg¨® la noche anterior para ¡°robarme a las almas de Comiskey ¨C y llevarlas al otro lado de la calle al nuevo estadio que todav¨ªa est¨¢ all¨ª hoy d¨ªa. Mientras caminaba por el nuevo parque, mir¨® hacia el jard¨ªn derecho:
¡°Y ah¨ª estaba Mi?oso, corriendo a toda marcha contra la pared del jard¨ªn derecho, rebotando contra los acolchados¡±, dijo Veeck. ¡°Cuando t¨¦rminos al d¨ªa siguiente, le dije, ¡®?Le distes lo suficientemente duro?¡¯ Me dijo, ¡®Oh, s¨ª. S¨ª, claro que s¨ª, van a saber que Mi?oso estuvo ah¨ª¡±.