C¨®mo una estrella de las Grandes Ligas cambi¨® la vida de mi hijo
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Un autob¨²s escolar comenz¨® a pararse frente a nuestra casa. El ¨²ltimo pasajero, un ni?o de cabellos rizados con una enorme sonrisa, se par¨® del asiento y le dio los cinco al conductor.
Cuando finalmente se detuvo el autob¨²s, se abrieron las puertas y nuestro hijo Mateo salt¨® del escal¨®n m¨¢s alto, como lo ha hecho tantas veces; a pesar de haber sido su primer viaje en autob¨²s.
¡°?Pap¨¢!¡±, dijo Mateo y luego se detuvo. ¡°?E¡e¡es-toy en casa!¡±.
Nuestro hijo, Mateo, se volte¨® de nuevo hacia el conductor para continuar su lenguaje de se?as, dici¨¦ndose adi¨®s con los pulgares de su mano en alto, antes de que la puerta del autob¨²s se cerrar¨¢ y continuara su viaje.
Entre descansos y sesiones de lectura, Mateo tuvo sus terapias de lenguaje esa ma?ana en su preescolar, seguido de otra sesi¨®n en otra escuela a unas millas de distancia. No ten¨ªa cuatro a?os a¨²n, pero ya ten¨ªa mucha experiencia en su recorrido como tartamudo. Igual que nuestra familia.
Mateo se re¨²ne cada semana con Jessica Hudson, su pat¨®loga de habla y lenguaje, para tratar estrategias para ayudarlo con su disfluencia. A veces, el tartamudeo es tan pronunciado, que lucha para pronunciar cada palabra. Hace que la gente se incomode. En otras ocasiones, apenas se nota y habla como cualquier otra persona, regalando falsas esperanzas de que quiz¨¢s la tartamudez sencillamente se fue.
Al comienzo, mi esposa y yo est¨¢bamos decididos a ¡°arreglar¡± el lenguaje de nuestro hijo. Hac¨ªamos juegos de palabras. Le dijimos que no ten¨ªa que hablar todo el tiempo. Incluso intent¨¢bamos terminar las oraciones adivinando lo que quer¨ªa decir. Luego nos enteramos de que ese tipo de pr¨¢cticas lo ¨²nico que causan es estr¨¦s, exacerbando la tensi¨®n entre su garganta y cuello. Le hac¨ªan m¨¢s da?o.
Pero esa es la cosa con el tartamudeo: No se arregla. Y tampoco puedes curarlo. Hay herramientas, t¨¦cnicas y estrategias que ayudan a controlarlo. Pero lo que funciona para una persona, puede que no funcione para otra.
En nuestro caso, la ¡°soluci¨®n¡± principal lleg¨® con la paciencia, conciencia y ayuda de un jugador de Grandes Ligas.
Sab¨ªa qui¨¦n era George Springer, pero no sab¨ªa que era tartamudo hasta que me lo dijo Mateo. Hace a?os, buscando en l¨ªnea a personas con experiencias similares a la de ¨¦l, dio con varios nombres de atletas y celebridades que tartamudearon de ni?os. Se sorprendi¨® al descubrir que Darth Vader ¨C el actor James Earl Jones ¨C era tartamudo. Le encanta la serie televisiva de ¡°The Office¡±, porque su personaje favorito Jim Halpert, interpretado por el actor John Krasinski, est¨¢ casado con Emily Blunt, quien fue tartamuda de ni?a.
No creo tener a James Earl Jones en mis contactos. Emily Blunt vive en nuestra televisi¨®n y pel¨ªculas. Pero ?George Springer? Con ¨¦l s¨ª podr¨ªa coincidir debido a mi trabajo en el b¨¦isbol. Al momento, recuerdo pensar lo importante que era para Mateo conocer a alguien que hablara como ¨¦l.
Yo quer¨ªa que conociera a George.
Soy padre de tres y me encanta el b¨¦isbol. En mi mente, imagin¨¦ a George tomando pr¨¢cticas de bateo antes de un partido y que luego ¨C tal vez ¨C hablara y aconsejara a nuestro hijo al terminar. En ese escenario, visualizaba a Mateo viendo varios innings desde las gradas y comiendo helado, mientras hablamos sobre lo genial que era ver a alguien tartamudo lograr su sue?o de jugar en las Mayores.
Pero lo que pas¨® de verdad termin¨® de cambiar el curso de la vida de Mateo, alterando su perspectiva de lo que significa ser tartamudo.
Era la primavera del 2017 cuando vi que los Astros (el equipo de George para entonces) ven¨ªan a la ciudad para medirse a los D-backs en el Chase Field. La serie estaba pautada para comenzar antes del octavo cumplea?os de Mateo. ?Qu¨¦ mejor manera de celebrar que viendo un juego de b¨¦isbol y esperando conocer a una figura inspiracional?
Llam¨¦ al puertorrique?o Alex Cora, quien era coach de la banca de los Astros en ese momento. Era alguien a quien cubr¨ª cuando ¨¦ste era un ligamayorista y estrella invernal en Puerto Rico. Uno de mis principales recuerdos de Cora era cuando era un jugador de Boston y hablaba con los estudiantes de la Universidad de Massachusetts Lowell sobre el b¨¦isbol y la vida, antes de un juego entre los Medias Rojas y Rangers en el Fenway Park. Cora, ahora manager de los Medias Rojas, tiene hijos. Tiene familia. Lo entiende. Le cont¨¦ sobre Mateo y lo mucho que significaba para ¨¦l ver a George tomar pr¨¢cticas de bateo.
¡°Claro, Jess. No hay problema¡±, dijo Cora. ¡°Av¨ªsame cuando lleguemos a la ciudad¡±.
M¨¢s tarde en ese verano, cuando los Astros llegaron a Phoenix para una serie de tres juegos, Alex nos ayud¨® para que Mateo tuviera un pase para la pr¨¢ctica de bateo.
Las pr¨¢cticas de bateo de las Mayores son un espect¨¢culo. Se acostumbra que el equipo de casa salte primero hacia la caja de bateo, antes de que el conjunto visitante reciba su turno. En un ¨¢rea acordonada detr¨¢s del plato, algunos fan¨¢ticos afortunados reciben la oportunidad de presenciar la sesi¨®n de entrenamientos.
Fue la primera vez que estaba en una pr¨¢ctica de bateo con Mateo en Phoenix. Hay algo especial en el sonido de la bola siendo destruida por el madero, con el sonido del resto de los jugadores de fondo. Todo, como previa de un partido de b¨¦isbol. Las vistas y el sonido son incre¨ªbles. Buscamos a George, pero nunca apareci¨®. El reloj estaba corriendo y se acercaba el primer pitcheo. Comenz¨® a entrar el p¨¢nico.
¡°?Nos lo perdimos?¡±
¡°?Va a salir a batear?¡±
¡°Oh no, probablemente George est¨¢ en las cajas de bateo internas y Mateo no podr¨¢ verlo¡±
De pronto, Alex sali¨® de la nada, agarr¨® a Mateo por una mano y lo pas¨® por debajo del cord¨®n.
¡°Mateo, te vienes conmigo¡±, le dijo.
Como si fuera un gu¨ªa, atraves¨® a Mateo por todo el terreno, a trav¨¦s del dugout de visitantes, bajando un par de escalones que llevaban a la caja de bateo interna. Un jugador me dio una palmada en el hombro. Me dio la mano, se sonri¨® y tom¨® la bola que ten¨ªa Mateo, que le hab¨ªa dado Cora, para firmarla.
¡°?Qui¨¦n es ese?¡± me susurr¨® Mateo.
¡°Hijo, ese es Carlos Beltr¨¢n¡±.
Carlos Correa pas¨® caminando y a Mateo casi se le salen los ojos. Pod¨ªamos escuchar la risa de Jos¨¦ Altuve. Pero no sab¨ªamos de d¨®nde ven¨ªa el sonido.
Pasamos a un lado de Beltr¨¢n, camino hacia las cajas de bateo. Incluso hoy, Mateo puede describir claramente c¨®mo se meti¨® dentro de la jaula y c¨®mo Alex le tir¨® pr¨¢ctica de bateo. Las bolas eran muy blancas, recuerda. El bate era pesado. Recuerda exactamente d¨®nde se coloc¨® Alex detr¨¢s de la malla.
Yo no puedo recordarlo todo porque era tan surrealista que se sent¨ªa como un sue?o. Recuerdo a George caminando por un pasillo hacia Mateo, cuya cabeza se inclin¨® hacia atr¨¢s cuando mir¨® hacia arriba. Arm¨¢ndose de valor, Mateo se llev¨® las manos a la espalda antes de soltar una frase que ayudar¨ªa a darle forma a la pr¨®xima mitad de su vida. George se sent¨® en una silla plegable directamente frente a Mateo para poder mirarlo a los ojos.
¡°Yo... yo... yo ten-go una pre-pre-gunta¡±, dijo Mateo. ¡°?C¨®mo superaste tu tartamudeo?¡±
¡°Bueno, la verdad es que to-todav¨ªa lo tengo¡±, respondi¨® George.
Los dos conversaron durante unos minutos de esos que te pueden cambiar la vida. Hablaron sobre la vida como un tartamudo, lo malos que pueden ser los ni?os, c¨®mo tener ¡°piel gruesa¡± y divertirse siempre. Mateo sonri¨®. George se ri¨® y us¨® t¨¦cnicas que Mateo todav¨ªa est¨¢ tratando de dominar, como elegir cuidadosamente las palabras que podr¨ªa decir y pasar a otras palabras cuando comenzaba a tartamudear.
Se reconocieron el uno al otro por lo que son por dentro y no por lo que la sociedad cree que es una persona que tartamudea. George vio a Mateo de la forma en la que nosotros vemos a Mateo. El momento fue tan ¨ªntimo que sent¨ª que necesitaba salir de la habitaci¨®n.
Inspirado, Mateo se fue decidido a hablar con sus compa?eros de escuela sobre la tartamudez a trav¨¦s de presentaciones en p¨²blico, coloc¨¢ndose al frente de la clase y superando las pausas y los comienzos con confianza y humor. La parte de preguntas y respuestas de su presentaci¨®n siempre es entretenida. Nada est¨¢ fuera de los l¨ªmites y su personalidad brilla. Da sus presentaciones todos los a?os, y el a?o pasado, despu¨¦s de una situaci¨®n desafortunada en la escuela, ampli¨® su audiencia a maestros y personal de apoyo. Sus padres quer¨ªan obtener respuestas por cierto trato que Mateo hab¨ªa recibido por parte de una persona que deb¨ªa haber sabido mejor lo que estaba haciendo. Mateo quer¨ªa educar.
En honor a George ¨C y esa experiencia que comparten -- Mateo usa la camiseta Nro. 4. Con solo 13 a?os, trata de tener la piel gruesa, y as¨ª poder lidiar con los comentarios insensibles que a veces le lanzan ni?os y adultos. A ser fuerte. Precisamente el otro d¨ªa, un ni?o le pregunt¨® por qu¨¦ no pod¨ªa ¡°simplemente hablar normal¡±. Llor¨®, y sus padres tambi¨¦n lloraron.
¡°?Qu¨¦ har¨ªa George?¡± Le pregunt¨¦. ?l sabe lo que har¨ªa George, pero en d¨ªas como ese, era m¨¢s f¨¢cil decirlo que hacerlo.
Mateo y George se han mantenido en contacto desde 2017, viendo cada uno como el otro ha ido creciendo desde lejos. Hace unas semanas, se reunieron en Spring Training para un segmento que se transmiti¨® en MLB Network. George, quien juega para los Azulejos, ahora tiene un hijo peque?o y otro beb¨¦ en camino. Es el portavoz nacional de SAY: ¡°The Stuttering Association for the Young¡±.
Este verano, Mateo tiene planes de trabajar en un anuncio de servicio p¨²blico sobre la concientizaci¨®n sobre la tartamudez, con el objetivo de poder ayudar a ni?os como ¨¦l y familias como la nuestra. En menos de dos a?os, estar¨¢ en la escuela secundaria, un cap¨ªtulo que traer¨¢ nuevas aventuras, pero tambi¨¦n nuevos desaf¨ªos.
Mateo ya no se pregunta c¨®mo superar el tartamudeo. ?l tiene el control. Es parte de su identidad, pero ¨¦l es mucho m¨¢s que eso. Es un hermano mayor, un hijo amoroso, un ni?o echador de broma, un jugador de b¨¦isbol, un amigo y un jugador de ajedrez en ciernes.
Claro, todav¨ªa siente el pinchazo de los comentarios groseros, que le siguen doliendo. Pero puede manejarlos mejor ahora. Y como padres, todav¨ªa es com¨²n que escuchemos cosas como: ¡°Yo era tartamudeo cuando era ni?o y lo super¨¦ con el tiempo. Tal vez Mateo tambi¨¦n lo supere con el tiempo¡±.
Quiz¨¢s lo har¨¢, respondemos. Quiz¨¢s no. En cualquier caso, Mateo ha crecido much¨ªsimo en todo sentido, y es perfecto tal como es.